Era él, sí, él. Me lo encontré por primera vez como una aparición. Yo estaba trabajando cuando lo vi, a la entrada de la cafetería del departamento de lenguas de la universidad. Él, despreocupado, entre una multitud de estudiantes frenéticos, miraba al cielo, inmóvil, como si no estuviera realmente ahí, como un espectro. Yo no lo creía real. Me fije en su rosto. Él no era real, no podía serlo, sus ojos, su expresión, su sola presencia era extraña. Yo, a pesar de todo, me vi atraída hacia esta. Sin embargo, él ya no estaba.
Es él, sí, él. Él es el fantasma que yo vi. Pero él es real, muy real. Yo, sin embargo, inmóvil miro al cielo y él, frente a mí, ve mi rostro, mi presencia extraña. Yo no soy real, no puedo serlo. Él se acerca, pero yo no desaparezco. Él no me deja. Y yo, entonces, soy real. Y, así mismo, él también lo es.
Él, sí, él.