Ese día a eso de las ocho me empecé a arreglar. Me hice las uñas de rojo para combinar con las sombras de mis ojos. Me gusta la forma en que realza el verde de mi mirada. Un poco de delineador, peinarme las cejas, y ya está. Algo sencillo y bonito. Me pongo unos aros dorados que combinan con la gargantilla que llevo. Una falda negra a mitad de muslo. Una camisa con los hombros descubiertos. Y los zapatos de siempre.
En lo que Lina llegaba por mí me armé un porro y me pegué unos tres plones.
- Ya viene el Didi, te aviso para que bajes.
Marga -mi perra- y yo nos tiramos en la cama mientras escuchábamos cinco letras.
- En 3 min llego. Ve bajando
Vale 😉 –
Tomé mi chaqueta, me despedí de Marga y salí a esperar a Lina. Me subí en el carro y fuimos al Lleras.
- Dentro está Andrés, ahora le conoces. Es divino.
Estuvimos bebiendo, bailando, metiendo. Le dije a Lina que Andrés estaba como insistente, como que se me pegaba mucho y me miraba. Me imagino que pensando “Daría lo que fuera por tener su mirada. Por levantarle esa falda. Por ponerle entre mis piernas con su boca pegada a..”
- ¿Quieres?
- ¿Cómo?
- ¿Que si quieres?
Asentí con mi cabeza. Me pegó el frasquito a la nariz. Primero una y luego la otra. Me dio un beso y me pasó una pepa. Al rato cuando fui al baño él me acompañó. Mientras orinábamos él me miraba, o más bien me la miraba. Intentó agarrarme, pero llegó Diego. Me fui con él, menos mal.