Recuerdo las mañanas en las que estaba sola con Lola. Me acompañaba a desayunar, no me habla, porque no puede, es un perro. Preparo el desayuno, me hago en el puesto que me corresponde y como. La taza de café no deja que las manos estén heladas. Me da calor. Me quedo en el puesto que me corresponde. Moverme no me atrae, estoy cómoda, callada y sentada. Lola no muestra ganas de pasear. Está cómoda acompañándome y acostada y yo tomo café. Veo esa taza con el agua oscura que tomo, puede que no sea sano, puede que lo sea, pero no vale la pena saberlo, me encanta. Esos momentos en los que estoy sentada y no me preocupo por nada, solo por el sabor del agua café. Esos momentos callados en los que no hay nada que me moleste, son personales. Lo comparto con una sola persona. Soy yo con el café.
Sofia Stocker