Con qué cuidado
removí esos pelos, esos vellos
de su ingle, de mis labios –
cuando en tus profundidades, bajo las sábanas de fresas silvestres
él puso su boca en el chorro de un manantial desbordante
e hizo gorjear su garganta
y con cuánta dulzura contemplé su nuca
temblando mientras su garganta gorjeaba-
cuando se sintió saciado después de beber y dormitaba
y una víbora se arrastró hasta sus pies descalzos
con qué violencia la besé-
tantos días, tantas noches
nuestras, suyas y mías…
hermano, debes saberlo.