Una vez me dijiste que las palomas se enamoran y tienen una compañera de por vida. Y me confundí cuando caminando por la calle vi a varias con varias y dejé de entender realmente lo que me habías dicho. Lo sigo pensando, pero tampoco voy a averiguar. De pronto la pareja de palomas se había peleado o de pronto todo era una gran mentira. Recuerdo que dijiste que las palomas se ponían tristes cuando perdían a su pareja. ¿Tan tristes como estamos tú y yo ahora?
Yo te creí porque te creía todo, y además la veracidad del mundo dejaba de importar cuando estábamos tú y yo. Ahora ya no sé, veo palomas cogiendo con una y otra en fila y sin descanso. Así como hemos hecho tú y yo desde que no estamos juntos, me pregunto si los animales también sentirán ese vacío que nosotros sentimos. Creo que lo he visto en sus ojos, o al menos antes creía verlo con claridad cuando me sentaba en los parques y dibujaba y sabía que las palomas me miraban, antes de que me conocieras. Después esa certeza del vacío se hizo ambigua en mi mente, no sabía si estaba ahí entre los dos o si la rabia, el amor, el apego y el sexo realmente lo habían ahuyentado.
Yo te amo, como me dijiste que las palomas amaban. Y ahora estoy triste, como me dijiste que ellas también lo estaban. Te juro que estoy tan triste, y tan desorientada.
Porque no reconozco este mundo sucio en el que vago y vago, mirando a estos hijueputas, haciéndolos también responsables de que hayamos perdido, nuestro amor de niños, nuestra fragilidad y mis ojos (porque realmente dudo que los tuyos hayan estado abiertos) y los odio por hacer un mundo en el que dos personas como nosotros no pueden sobrevivir juntas.
Te juro que me confunde.
Lo de las palomas.
Y te veo con estos y con aquellos y siento que todos, todos ustedes, me clavan un cuchillo y le dan palazos a mi cabeza y mi cuerpo mutilado. Y he descubierto cuándo soy invisible porque estoy tan pegada al piso como una enferma, y encuentro algún rincón para quedarme descansando horas y horas mientras todos ustedes pasan por los lados rozando mi existencia. Y juro que duele, duele como dolió estar juntos, o quizá duele un poco menos. Duele el vacío de tener que estar con ustedes y no con él. Ustedes me contaminan y después me tratan de peste, y a mí, que ya no me importa, solo me queda tirarme en algún rincón a sufrir de mis enfermedades mientras recuerdo y me pregunto por cosas por las que ya no tiene sentido preguntarse.
Sol Marmolejo.