Esa de su espejo no soy yo, cómo cree, me faltan mis pómulos, dioses, que no relacionan la gordura con enfermedad. Revise si su espejo está sucio o endemoniado. Ah… ¿que un espejo no puede estar endemoniado? ¿Usted qué sabe? ¿qué sabe, qué sabe? Se nota que nunca ha ido a una casa de espejos, vidrios y espejos, esas en las que se entra y todo va bien, hasta que hay veinte de usted mismo, y se cruzan figuras de otro que está detrás suyo. Y entonces usted camina intentando no chocarse con usted o con otro y a medida que va avanzando deja de verse la luz de la calle, en ese punto usted no sabe dónde está, dónde está ¿se la puede imaginar? ¡Qué!, para qué le pregunto si hace un minuto usted me dijo que esa de su espejo era yo, usted no habla como alguien que se ha perdido. Mire que cuando una se pierde y luego se encuentra, empieza a conocerse completita, por eso sé que me faltan los pómulos.
Si quiere aprender a identificar espejos endemoniados, empiece a mirarse en cada reflejo posible: cucharas, vidrios limpios, sucios, lámparas de aluminio, puertas de carros, puntas de esferos, elefantes, agujas… más bien, busque cualquier metal ¿sí?,
vuélvase imán de metales y cada vez que vea uno, mírese los ojos que alcance a verse y diga como los ricos: “usted no sabe quién soy yo”, si quiere lo puede decir pasito para que no se le rían las personas que lo alcancen a escuchar, pero eso sí, tiene que
decirlo con plena seguridad, si no, el reflejo se la monta. ¿Pero sí me entiende? La gracia es que usted sepa que si el reflejo no tiene el ángulo 90, usted no es ese, y entonces cuando se vea en metales que no fueron pensados para que alguien se vea,
pues usted se va a ver algo raro, y apréndase eso raro que se vió. Cuando se vea en un buen espejo, no va a tener nada raro, se va a dar cuenta.