La otredad de las amapolas

Hay noches en que me bajo del taxi unas cuantas cuadras antes de mi casa para sentir el fresco de la luna deseando no volver. No odio volver a casa, odio dejar la calle. Me acomodo en mi cuarto y busco evitar, en lo posible, algún contacto externo. Si estoy en la calle por la noche quiere decir que he superado  algún miedo que al entrar a casa volverá a asecharme. Hoy mientras volvía tenía la mente vacía, un poco revuelta porque el conductor era muy torpe, pero al entrar al edificio encontré un gran espejo. Era imposible escapar de mi reflejo, no soportaba mi imagen aterrada, sin razón alguna. Ni para tenerla, ni para odiarla. Vi en mi cuello una culebra gigante que se enroscaba intentaba sacarla pero entonces me desnudaba. Temía fielmente que alguien me encontrara porque prefiero morir ahogada que dejar que otros ojos se apropien de mi imagen desnuda. Si conocen mi cuerpo podrán soñarlo, decidirán en sus momentos de ocio imaginarlo para dominarlo o gritaran sin que me importe escucharlos. Así es, pienso en cada posibilidad, no puedo enunciar un tema sin todas las opciones que me pueda imaginar. 

La verdad

solo escribo tres, pero imagino más. No solo en este texto, siempre, si te fijas en los demás. 

Sentí un vacío cuando cayó el espejo, no se rompió en pedazos, solo perdió su brillo. Ahora era una luz y mi estómago vacío avanzaba hacia esta. No me importaba quedarme ciega buscándola, sabía que llegaria a la puerta. Me esperaban, alguien la abriría para buscarme. 

Cuando se cerraron las puertas entendí que ya no estaba en mi casa. Era un lugar que visitaba por primera vez, me costó encontrar el timbre. Al final asocié colores y puede encontrarlo. Lo oprimí aterrada recordando quien abriría y quise correr pero ya estaba adentro.

Nunca quise estar aquí, quería acércame a ti. 

Como fuera. No me importa sufrir, conseguir un trabajo nuevo, 

 cambiar mi casa, por estar contigo. 

No para ser alguna clase de relación amorosa, quería verte, entender quién era esa persona de la que tanto escuchaba. 

En cada rincón aparecías, y en cada anécdota nueva sobre ti, entendía que no eres para mí. No solo porque perteneces a ti misma, sino porque conozco a otra persona que te espera. Porque conozco las rutinas de daños que tienen las personas como tú, que le temen a los juegos fáciles, solo aceptan retos porque apuestan por la espera pero no saben disfrutar el premio consecuente. Noséquién, suenas tan ajena a mi destino, por eso debía forzarlo. 

Me obligué a buscarte, a encontrarte donde estuvieras, solo para conocerte. Para verte, más bien. Para escuchar tu voz cuando opina algo, el lenguaje de tu cuerpo cuando se aburre. Te debo decir, 

esperaba que fueras mil veces peor 

y me arrepiento del experimento. 

Prefería odiarte y ahora no te saco de mi cabeza, sobre todo, de mi ansiedad. Vomito pensando que te acercarás. Vomito temiendo que sepas lo que sufro por la ilusión de quererte. Me ahogo cada vez que me haces sentir que te importo. Cuando engruesas tu voz y entrecierras tus ojos para ponerme atención. 

Sé que lo harías por cualquiera, sé que es tu forma de ser,

sé que ni lo fuerzas, ni pretendes nada.

Aún así, no evito fascinarme. Es una sensación inevitablemente placeba que se transmite como un gran tsunami por mi cuerpo. Cada hueso, fibra, órgano o sistema. Quiero que tu voz susurre en mi oido, con tu aliento recorriendo mi cuello. Tus manos en mi cintura mientras consiento tus dedos. Que nuestras piernas desnudas se encuentren como nuestras sonrisas sin esfuerzo. Imagino verte en cualquier lugar y sentir que mis labios suben sin querer ante tus ojos brillando, incluso en la esquina más lejana, por verme. Imagino caminar entre libros buscándote. Imagino a veces tomes mi mano para recordarme que te gusta tocarme pero me dejaras la mayoría del tiempo libre. No te imagino conociendo a mi madre pero siento que serías un poco tímida. No sé si te presentaría a mis amigues porque ya los conoces pero siento que sería un poco incomodo. Sé que leeríamos juntas y me cantarías cuando esté triste (a mi madre le encantaría escucharte tocando la guitarra en mi cuarto). Te llevarías bien con mi hermano y visitando a mi padre escaparíamos. En las fiestas me bailarías y yo te miraría mal. Quiero conocerte en fiestas. Quiero que me beses, a veces siento que ya te he sentido sobre mis labios aunque recién nos conocemos. Entonces entiendo que esta es solo una carta de ilusiones y le ruego al universo que desaparezcas porque nunca serás lo que soñé. Dolerá la ilusión en cada encuentro. Te buscaré con un deseo desesperado de cumplirla. Me extrañare de ti y sobretodo de mí. Olvidaré quien soy entre mejor te conozca. Por favor, no quiero conocerte, quiero irme lejos de ti. No, ¡ay no! Deja que te bese. Déjame libre de la ilusión. Liberame de tantas dudas, no puedo sola. Soy incapaz de cuidarme. Soy un maldito desastre. Me quiero de a pocos. Me siento diminuta a tu lado. Más pequeña que una hormiga o una bacteria. Siento que entre tus manos me rompería. Siento que a tu lado me veo ridícula. No soy nada. Es tan insignificante mi presencia ante tu estar. Tengo demasiado miedo para estar con alguien tan segura, sería una burla que intentaras quererme. Es como la princesa amando un sapo, nunca me gustó ese cuento, se trata de una mujer hermosa tan desesperada que besa a un asqueroso sapo, eso debe ser muy putamente desagradable de sentir en los labios. Es que una cosa es una rana, lisa, viscosa, sí, pero plana, ¡un sapo!, es un ser baboso y carrasposo al tiempo. Yo sería un sapo que no se convierte en princesa, nos verían con disgusto y te arderían los labios cada vez que me beses. 

Cuando camino me tropiezo con mi ritmo. A veces siento que floto porque he olvidado que para moverme mi cuerpo también anda porque mi mente distraída no encuentra la forma de soltarse de tu recuerdo, de los errores del pasado y hunde las heridas en mi cuerpo presente que se encierra en la culpa de las equivocaciones que me llevan a dudar de ti. 

De cómo pasas tus ojos sobre este texto. 

De lado 

a lado. 

Intentas decifrar el 

orden

pero no hay imágenes o flechas que unan tanta vuelta. 

Solo queda la razón. Que, como te digo, en mi cabeza, es revuelta. 

Esa voz que dicta mientras presiono las teclas, baja en espiral. O línea recta. O punteada. Porque se corta cuando vuelven las influencias de mis recuerdos. O se suelta por la ilusión de encontrar 

tus ojos imaginando 

mi voz escritora. Esas razones por las que une escribe una carta.  Esas estrategias para ocultar intensiones y hacer catarsis de las personas que nunca tocarán la pantalla o botón que les traerían a esta página oculta por no ser altamente viral. No es contagioso tener un blog de escritura cuando puedes ver videos de YouTube o escuchar los dramas de Netflix. Solo puedes tener mis palabras si te las entrego en la mano.

Toma mis hojas secas.

Que escribo con las ojas aguadas. Les llamo señoras visuales porque no saben mirar como hombres.

No se entendió.

No me importa y luego lo olvidaré. 

Era un chiste 

ríete  

La verdad

solo escribo tres, pero imagino más. No solo en este texto, siempre, si te fijas en los demás. 

Sentí un vacío cuando cayó el espejo, no se rompió en pedazos, solo perdió su brillo. Ahora era una luz y mi estómago vacío avanzaba hacia esta. No me importaba quedarme ciega buscándola, sabía que llegaria a la puerta. Me esperaban, alguien la abriría para buscarme. 

Cuando se cerraron las puertas entendí que ya no estaba en mi casa. Era un lugar que visitaba por primera vez, me costó encontrar el timbre. Al final asocié colores y puede encontrarlo. Lo oprimí aterrada recordando quien abriría y quise correr pero ya estaba adentro.

Nunca quise estar aquí, quería acércame a ti. 

Como fuera. No me importa sufrir, conseguir un trabajo nuevo, 

 cambiar mi casa, por estar contigo. 

No para ser alguna clase de relación amorosa, quería verte, entender quién era esa persona de la que tanto escuchaba. 

En cada rincón aparecías, y en cada anécdota nueva sobre ti, entendía que no eres para mí. No solo porque perteneces a ti misma, sino porque conozco a otra persona que te espera. Porque conozco las rutinas de daños que tienen las personas como tú, que le temen a los juegos fáciles, solo aceptan retos porque apuestan por la espera pero no saben disfrutar el premio consecuente. Noséquién, suenas tan ajena a mi destino, por eso debía forzarlo. 

Me obligué a buscarte, a encontrarte donde estuvieras, solo para conocerte. Para verte, más bien. Para escuchar tu voz cuando opina algo, el lenguaje de tu cuerpo cuando se aburre. Te debo decir, 

esperaba que fueras mil veces peor 

y me arrepiento del experimento. 

Prefería odiarte y ahora no te saco de mi cabeza, sobre todo, de mi ansiedad. Vomito pensando que te acercarás. Vomito temiendo que sepas lo que sufro por la ilusión de quererte. Me ahogo cada vez que me haces sentir que te importo. Cuando engruesas tu voz y entrecierras tus ojos para ponerme atención. 

Sé que lo harías por cualquiera, sé que es tu forma de ser,

sé que ni lo fuerzas, ni pretendes nada.

Aún así, no evito fascinarme. Es una sensación inevitablemente placeba que se transmite como un gran tsunami por mi cuerpo. Cada hueso, fibra, órgano o sistema. Quiero que tu voz susurre en mi oido, con tu aliento recorriendo mi cuello. Tus manos en mi cintura mientras consiento tus dedos. Que nuestras piernas desnudas se encuentren como nuestras sonrisas sin esfuerzo. Imagino verte en cualquier lugar y sentir que mis labios suben sin querer ante tus ojos brillando, incluso en la esquina más lejana, por verme. Imagino caminar entre libros buscándote. Imagino a veces tomes mi mano para recordarme que te gusta tocarme pero me dejaras la mayoría del tiempo libre. No te imagino conociendo a mi madre pero siento que serías un poco tímida. No sé si te presentaría a mis amigues porque ya los conoces pero siento que sería un poco incomodo. Sé que leeríamos juntas y me cantarías cuando esté triste (a mi madre le encantaría escucharte tocando la guitarra en mi cuarto). Te llevarías bien con mi hermano y visitando a mi padre escaparíamos. En las fiestas me bailarías y yo te miraría mal. Quiero conocerte en fiestas. Quiero que me beses, a veces siento que ya te he sentido sobre mis labios aunque recién nos conocemos. Entonces entiendo que esta es solo una carta de ilusiones y le ruego al universo que desaparezcas porque nunca serás lo que soñé. Dolerá la ilusión en cada encuentro. Te buscaré con un deseo desesperado de cumplirla. Me extrañare de ti y sobretodo de mí. Olvidaré quien soy entre mejor te conozca. Por favor, no quiero conocerte, quiero irme lejos de ti. No, ¡ay no! Deja que te bese. Déjame libre de la ilusión. Liberame de tantas dudas, no puedo sola. Soy incapaz de cuidarme. Soy un maldito desastre. Me quiero de a pocos. Me siento diminuta a tu lado. Más pequeña que una hormiga o una bacteria. Siento que entre tus manos me rompería. Siento que a tu lado me veo ridícula. No soy nada. Es tan insignificante mi presencia ante tu estar. Tengo demasiado miedo para estar con alguien tan segura, sería una burla que intentaras quererme. Es como la princesa amando un sapo, nunca me gustó ese cuento, se trata de una mujer hermosa tan desesperada que besa a un asqueroso sapo, eso debe ser muy putamente desagradable de sentir en los labios. Es que una cosa es una rana, lisa, viscosa, sí, pero plana, ¡un sapo!, es un ser baboso y carrasposo al tiempo. Yo sería un sapo que no se convierte en princesa, nos verían con disgusto y te arderían los labios cada vez que me beses. 

Cuando camino me tropiezo con mi ritmo. A veces siento que floto porque he olvidado que para moverme mi cuerpo también anda porque mi mente distraída no encuentra la forma de soltarse de tu recuerdo, de los errores del pasado y hunde las heridas en mi cuerpo presente que se encierra en la culpa de las equivocaciones que me llevan a dudar de ti. 

De cómo pasas tus ojos sobre este texto. 

De lado 

a lado. 

Intentas decifrar el 

orden

pero no hay imágenes o flechas que unan tanta vuelta. 

Solo queda la razón. Que, como te digo, en mi cabeza, es revuelta. 

Esa voz que dicta mientras presiono las teclas, baja en espiral. O línea recta. O punteada. Porque se corta cuando vuelven las influencias de mis recuerdos. O se suelta por la ilusión de encontrar 

tus ojos imaginando 

mi voz escritora. Esas razones por las que une escribe una carta.  Esas estrategias para ocultar intensiones y hacer catarsis de las personas que nunca tocarán la pantalla o botón que les traerían a esta página oculta por no ser altamente viral. No es contagioso tener un blog de escritura cuando puedes ver videos de YouTube o escuchar los dramas de Netflix. Solo puedes tener mis palabras si te las entrego en la mano.

Toma mis hojas secas.

Que escribo con las ojas aguadas. Les llamo señoras visuales porque no saben mirar como hombres.

No se entendió.

No me importa y luego lo olvidaré. 

Era un chiste 

ríete