La señorita A

La señorita A espera su Venti con leche de almendras en Starbucks. Tiene un vestido rojo, a juego con su labial, y su cuerpo parece un violín. Su muñeca suena como una culebra cascabel, algunos anillos le adornan los dedos, sus uñas repasan una y otra vez la piedra de su collar. Es una femme fatale de lejos. 
 
Revisa su celular y encuentra la conversación con su marido. Él le dice que llegará tarde, que le prepare un salmón ahumado con puré y crema de champiñones, que le aliste una maleta para el viaje de mañana, que se va temprano. Luego escribe un te quiero, o algo por esa línea. Ella lee los mensajes impasiva, los dedos en el collar, las piernas cruzadas.
 
De pronto llaman su nombre: es el café. “Qué lindo vestido, señora A” está escrito en su vaso. Ella sonríe. Se sienta nuevamente y saca un pequeño espejo de su bolso, comienza a retocar su maquillaje, ignora su belleza, solo se fija en los tonos, en las arrugas, qué mezclar, qué no tocar.
 
Otra vez su nombre. Levanta los ojos, es Moni.
-Señora A -grita su amiga. Ella la saluda y le da un beso en cada mejilla. 
-¿Cómo has estado, Moni?
-Bien, Señora A, viajando, trabajando mucho. ¿Y tú?
-Lo mismo de siempre. Carlos con la empresa, Nico en el colegio. Mañana me toca ir a la entrega de notas.
-Ay, ¿y Carlos no te acompaña?
-Viaja para Estados Unidos, tiene unas reuniones por allá. Otra vez voy yo sola.
-Ay, no Señora A, ¿Cuándo fue la última vez que Carlos te acompañó a algo de Nico?
La señora A sorbe su café mientras piensa.
-Eso no importa Moni. La vida se trata de roles, de entender el papel que cada uno juega. Él nos mantiene perfectamente a los dos, yo no veo por qué no debería cuidarlos desde la casa, aligerándole lo que hace.
-Ay, pero Señora A, ese no es el trabajo de una mujer, tú puedes hacer lo que quieras, no tienes por qué limitarte a esposa y mamá y chao. No señora.
-Lo sé, Moni. Lo tengo claro.
-¿Y entonces? ¿No has pensado conseguirte un trabajo? ¿Viajar? Algo así…
-No, Moni.
-Ay, pero Señora A, eso es tan anticuado. Ese no tiene que ser el status Quo de una mujer. Una debe ser antitradicional.
La señora A sonríe, sorbe un poco más su café, se toca el collar.
-Ay, Moni, cariño, no hay nada más antitradicional que una mujer tradicional.