Después de tres semanas escribo me salen lágrimas al ver tus fotos. Aún me duele mucho en serio, es horrible la muerte y más cuando nunca la habías pensado tan en serio. Duele. Duele muchísimo. Es un nudo en la garganta gigante, es miedo constante a no poder seguir sin esa persona. Que amaste pero que a veces se siente que no fue suficiente. Tengo miedo de olvidarlo. Pero estoy evitando ver sus fotos y cosas o verlas de a poco para tratar de guardar como un frasquito de recuerdos todos esos momentos para que no se me acaben nunca. Instantes fugaces en el Ahora. Preguntas sin respuestas…preguntas innecesarias… y respuestas de consuelo. Lagrimas que ayudan y que no bastan y que a veces ahogan. Que nadie me pregunte nada. Porque quiero que sea un sueño o a veces pienso que soy la que estoy muriendo y no él… Sueño sueños en el que te despides, y me dices luego lo entenderás, pero la verdad es que extrañar y la ausencia es como un peso que aplasta el ser y que sinceramente aun no entiendo. Verdad. La muerte es incertidumbre es el recordatorio de lo finito que es la vida. Por ahora no más. Me duele llorar, pero me duele más no hacerlo. Me come viva el silencio, pero no quiero hablar es tan pronto y soy agresiva ante la pregunta sin empatía. Odio aquel que fiscaliza mi pensamiento. Pero amo a quien me abraza. Llorar dueles hasta la cabeza, pero sino se hace apachurra el corazón. Ser egoísta con los pensamientos pueden resguardar la desazón ¿para qué otra cosa más puede servir ocultarlos?
Ana María Cortes