Le enseñé mi vida. Y mi vida son mis libros. Le hice un recorrido por distintas y conocidas plumas, por nuevos mundos.
Y sin embargo, no le importaba.
Y sin embargo, no quería.
Y sin embargo, todo siempre era malo.
Me estrellé como una pluma contra el suelo que luego fue pisoteada. Y ahora, vacío por dentro dejo que el viento me lleve, o que aquella niña que caminaba por mi lado me recoja. Me lave. Me deje al sol. Y me conserve como el objeto más preciado.