Él no tiene amigos, se sienta todos los días a las cinco de la mañana en su balcón a observar las pequeñas historias que se encuentran delante de él y así sentir, por más mínima que sea, una conexión.
Ella es amiga de todos, pero nunca se hace presente.
Él intenta que la soledad no acompañe sus tardes, evade el silencio con música, hace un intento de leer el libro que su amigo le prestó hace cuatro meses, pero aun así no lo termina, elimina su energía cantando canciones profundas, o al menos así lo considera él.
Ella lo acompaña, pero él la ignora.
Él después de pensar durante la mitad de su vida, ahora tiene tres metas claras, viajar por el mundo para sentirse vivo y no aferrarse en la monotonía por miedo a fracasar, tener un trabajo que realmente le apasione y lo más importante, aceptar su soledad.
Ella es buena para él, pero le tiene fobia.
Él lleva dos días intentando dejar de lado los miedos que la sociedad le ha implantado, pero estos siguen dando vueltas y vueltas y vueltas y vueltas y vueltas y vueltas en su cabeza. No sabe cómo hablar con sus amigos y contarle su situación, porque no sabe qué le pasa.
Ella lo escucha siempre, pero él no sabe que es su amiga más íntima.
Él decide tomarse un día al mes para pasar tiempo consigo mismo.
Ella nunca lo deja solo.
Sophia Pardo Duque