Trescientos sesenta y tantos días

Él irradia vida, yo solo hablo de la muerte. Le gusta pensar en acciones para salvar a los demás. Yo no lo entiendo casi, mi cabeza se hace un garabato y él disfruta de mi confusión. Le gusta ser metódico y reiterativo, le agrada desmembrar razonamientos e ideas. Él es armonía, yo soy huracán. Él es organizado, yo refundo todo a mi paso. Él es meticuloso y delicado, se molesta si soy agreste y salvaje, como cuando me corto las uñas con tijeras o me quito mis piercings con un alicate. Él es muy sereno, siempre calmado, con la cabeza fría. Yo soy volcán y, a veces exploto, siempre me voy abajo, hasta el fondo. Él tiene el don de la palabra y de los números, yo me deleito con la imagen. Él se proyecta hacia el futuro, a mí me da pánico pensar en el mañana. Él nunca duda, siempre sabe cuál es la mejor opción. Yo divago y pospongo, divago y huyo. Él es aplomado, prefiere echar raíces, yo soy temeraria. Él se rehúsa a viajar sin un esquema, yo prefiero improvisar.  Él siempre está buscando la novedad, yo me entretengo con lo cotidiano. Él está encantado con las películas de Disney, yo las odio. Él tiene una enorme lista de cine para ver. Yo elijo al azar, a veces acierto a veces no, él siempre da en el blanco. Él disfruta construyendo reglas y sistemas, yo colapso a cada tanto.