Voy a suponer que cuando uno se sienta en la mesa con más de tres personas, hay una cosa que se construye entre todos. Rarísima, que todavía no la veo, pero debe estar en algún lugar entre las sillas y la posición de las manos. Pero no son los bordes de la mesa, ni los limites del vaso circular de la pola, ni la cremallera de la maleta, ni los cordones de los zapatos, o el candado de la puerta de entrada al lugar. Está en algún lugar entre ese encendedor que se pasan entre todos y la necesidad horrible de tener que fumarse un cigarro por no saber que más hacer. Por tener algo entre las manos, rodearse entre las piernas, estar haciendo algo en el silencio. Pero eso que se construye igual no se ve ahí, y tampoco en la cosa que se mueve de boca en boca, o en la saliva que deja su rastro en la mesa. Se construye inerte, fantasmagórica, como poeta espectral, esa cosa viva que se traslada entre todos. Me visita a mi, pasa adonde Lucia, se mueve entre las piernas de Esteban, la consiente el pelo al Pablo. Está inerte en todos nuestros cuerpos y de cuando en cuando se va transformando. Y les dice a todos, o me dice a mi, o yo me digo a mi misma, que esa cuarta pared que me imagino, porque me la hicieron imaginar y ahora no paro de verla, digo, esa cuarta pared es la mesa, el lugar de las polas, la cuarta pared es mi zapato rozando con su pierna. La cuarta pared soy yo con las piernas recogidas hacia mi misma, tocándome las rodillas con el mentón. La cuarta pared es la nube de cigarros que sube, sube y se instaura en el segundo piso. Mi cuarta pared también es mi cuerpo, la frontera de mis curvaturas. La mesa vacía otra vez, llena de residuos de la cerveza regada, de comida masticada, boronas inquietas que van quedándose junto a la pola, en su rio. En el, boronas con sus fondos líquidos, espumeantes. La cuarta pared la palpo con mi mirada hacia abajo, recostada como mi mentón, en mi misma, mirada circundante y circunspecta, circunscrita. Mi pared es la mirada circundante, y el humo, y el vacío de la mesa que hace ruido con tantos pedazos de piel que hemos ido dejando todos sobre ella. Se han ido juntando pedazos de pieles que ya hemos mutado, vamos dejando la saliva en el vaso, la sangre en la pierna, el flujo en el papel del baño, el llanto en la garganta, el vértigo sobre la mesa.
Jacobo, ¿usted quiere más? ¿Tiene el brico? Pásemelo todo bien. Oiga si se acuerda esa vez que nos obligaron a hacernos una prueba de drogas en el colegio.
Su pierna está tocando mi zapato, pero los dos miramos a otro lado. Su cara y mi cara están mas rectas que las líneas paralelas que usan para describir a Dios. Me parece que ya ha cambiado el borde de sus gafas muchas veces. Se esta estetizando, día a día. El pantalón beige estirándose en su secadora. Todos se me mezclan entre las piernas, pero solo sus ideas. Rarísimo sentarse ahí y darse cuenta de que la mayoría de las cosas que pasan son las cosas de la mesa, mierda, que linda mesa, que tanta cosa ha recogido ya. Su cuerpo es talado ancestral, industrializado, cubierto de cera, en las aceras, rígida entre sus patas, cuadrante, paralelica, inconfundible. La mesa se vuelve como el basurero mental del que nadie habla, y se pasan cigarros y polas, y el encendedor y el teléfono empegostado pegado al borde de la mesa, y el tapabocas. Y ya, no hay más sobre la mesa, pero se siente densísima, y nadie la ve. Pero yo que no quiero ver a ninguno miro la mesa, porque también siento todos sus cuerpos tan cerca. Me siento animal y me siento enclaustrada, limitada, me siento “mujerizada” me parece evidente no saber que decir y que las piernas se me vayan durmiendo en la posición fetal/sentada que he estado adoptando todo este tiempo, tratando de recogerme sobre mi misma. Recurro a lo violento y a lo melancólico y se me mezclan ambas cosas, me siento adolescente, me siento, en mi adolescencia.
Tuturururuu well we were born within an hour each other
I would be living down here on my own
Let’s all meet up in the year 2000