Caminé hacia mi mesa de noche, pero no para verla a ella si no para acostarme. Y me acosté. Me levanté a la mitad de la noche para tomar agua, en la devuelta la volví a ver, pero otra vez, no a ella, solo a su sombra, su esquina resquebrajada, su pata. Hay dos libros y una lámpara en ella. La veo aún más, pero cuando la veo tanto se achiquita. Si es que eso es posible. Y de vez en cuando también se engrandece, depende de como la mire, depende de su esquina resquebrajada. La veo tanto que se engrandece o se achiquita de vez en cuando. Pero no en la vida real, solo en su sombra, en la esquina, en la parte. Excéntrica ella. Antes de acostarme la veo siempre, y todas las noches se me olvida acostarla. Mesa de noche, ya, duérmete. Descansa. Desaparece. Vuelve al lugar donde las mesas de noche, antes de ser mesas de noche, dormían.
Vuelve a tu Dios y dile que no te mande mas.