Un día lluvioso, una cafetería, un paraguas dañado, una mujer, un mesero, un niño, una pareja, una cámara de seguridad. ¿Quién se protege del agua y quién protege del agua? Una cafetería llena de personas buscando refugio de la lluvia, pero la única cosa que puede proteger de la lluvia es olvidada en una esquina oscura.
● REC 1/02/2025 CÁMARA 5
Registro activado. 03:24:16 PM. Dos personas entran cogidas de la mano. Hombre y mujer. Gotas en sus abrigos. Hombre cuelga paraguas en el perchero. Se sacuden el agua. Se ríen. Se sientan en la mesa 4. 03:26:16 PM. Mujer mira hacía la esquina derecha detrás de la puerta. Señala con su dedo. Hombre voltea. Se ríen. 03:31:16 PM. Llaman al mesero. Hablan. Mesero se va. Archivo guardado. Registro activado. 04:15:16 PM. Una mujer entra corriendo. Cabello mojado. No tiene paraguas. 04:17:16 PM. Le habla al mesero y éste le señala la esquina derecha detrás de la puerta. 04:20:16 PM. Se acerca. Una sombrilla. La mujer la agarra, la mira y la vuelve a dejar. Se sienta en la mesa 1. Archivo guardado. Registro activado. 04:30:16 PM. Entra un niño saltando. 04:32:16 PM. Entra un hombre. Zapatos húmedos. Botas mojadas. El niño se quita un impermeable amarillo. Le da al hombre el impermeable. Hombre cuelga impermeable y sombrilla en el perchero. 04:35:16 PM. Se sientan en la mesa 3. 04:37:16 PM. Mesero se acerca a su mesa. Hombre habla. Mesero se va. 04:40:16 PM. Niño ve sombrilla en la esquina derecha de la puerta. Se levanta de la mesa. Corre hacía la esquina derecha de la puerta. Coge la sombrilla. La lleva a la mesa 3. Se la da al hombre. Hombre la mira. Sonríe. Llama al mesero. Hablan. Mesero sonríe. 05:15:16 PM. Hombre y niño salen de la cafetería con dos sombrillas y un impermeable. Archivo guardado. Error de coincidencia. Patrón Roto.
La lluvia nos había empapado antes de entrar. Nuestra sombrilla apenas y nos cubría a los dos. Corrimos al menos dos cuadras, persiguiéndonos el uno al otro. Fue la primera vez que me reí así en mucho tiempo. Mientras él colgaba la sombrilla en el perchero, yo sacudía las gotas de agua de mi abrigo. Me reí solo de ver cuán mojada estaba su chaqueta. Nos sentamos en una mesa cerca a la ventana. Nos encantaba observar cómo la gente huía de la lluvia. Recuerdo que nos reímos sin parar de un bus que, al pasar a toda velocidad, le salpicó un charco a una mujer que corría de la lluvia. Mientras decidíamos qué tomar, si café o chocolate, noté un paraguas abandonado junto a la puerta, en la esquina derecha. ¿Cuántas personas lo habrían sostenido? ¿A quién pertenecía? No pregunté nada, pero algo en su abandono me resultó familiar. Tan familiar que se me hizo cómico lo parecidos que éramos. Lo señalé para que él lo viera. Recuerdo que le dije: “Mira esa sombrilla soy yo en la vida, ni en la lluvia me necesitan”. Nos reímos un rato, aunque seguramente él se rió por pena. El mesero se acercó a nosotros y nos tomó la orden. Al final él pidió chocolate y yo pedí café. La sombrilla quedó atrás, un objeto ajeno en nuestra pequeña burbuja. Claramente, había cosas más importantes en ese entonces. Nuestra cita, nuestra charla y por supuesto nuestras risas.
Mierda. Mierda. Mierda y más MIERDA. Odio la lluvia ¿Por qué me tenía que pasar esto a mi? y justo hoy. Qué día de MIERDA. Malparido busetero, maneja como un animal ¿Acaso no ve? Odio a la gente a la que le vale MIERDA que haya personas en la vía. Estoy segura que me vio y que vio el charcote a mi lado, y estoy aún más segura que se le hizo hasta chistoso al muy hijueputa mojarme toda. Cómo si no fuera suficiente que la lluvia me tuviera empapada. Odio cómo se siente la ropa mojada. Mis zapatos parecen acuarios, mi blusa ya se está transparentando y mi bolso, mi pobre bolso. Justo tenía que usar hoy mi bolso favorito. Putísima MIERDAAAA. Mi cabello está chorreando agua como si no me lo hubiera lavado esta mañana y obvio justo cuando me hago el blower. No traje paraguas, por supuesto. Ahora estoy aquí, chorreando agua en esta cafetería donde el café cuesta más de lo que debería. Claro, como si el putisimo universo de MIERDA hubiera decidido que hoy soy su mejor guerrera. ¿Será que en esta cafetería guardan paraguas? No, ya trágame tierra. El mesero está divino y yo me veo de la MIERDA. AGH ya valió. NOOO hasta habla bonito. Me va a tocar volver cuando no sea un día de MIERDA y le pido su número ¿Qué hace un paraguas abandonado en una esquina? ¿Un día cómo hoy? Seguro su dueño está en un auto seco, camino a casa. No como yo. No, claro que no. a. Claro. Esta MIERDA está vuelta MIERDA y no sirve una MIERDA. Con razón nadie lo había reclamado. Como nadie me prestó atención cuando el bus me volvió MIERDA. Me tocó escampar aquí. Esta mesa de la esquina, escondida y oscura, es perfecta. Ojalá el mesero churro no me vea aquí. Obvio, yo estoy sola y esa parejita de allá solo se ríen y se ríen. Los odio. Hasta pareciera que se rieran de mí. De mi soledad y de mi MIERDA de suerte. Tranquila… Tranquila… solo me tengo que esconder hasta que deje de llover. Odio la lluvia.
El niño amaba jugar bajo la lluvia. Saltar de charco en charco con sus botas y su impermeable amarillo, y no solo amarillo, lo mejor eran sus infinitos puntos negros, como la corbata del hombre de su programa favorito.
Estuvo esperando años por ese chocolate caliente con malvaviscos que solo vendían en la cafetería del barrio y que solo era rico cuando llovia a cantaros. Mientras su padre pedía la poción mágica. El niño lo vio.
“Cap, hemos encontrado el tesoro”
Un paraguas largo y negro, con mango de madera curvo. Justo como los que usan los detectives en las películas. El niño empezó a imaginar todo lo que podía hacer con ese magnífico artefacto. Podría volar como Mary Poppins, la película favorita de su mamá. O podría usarlo como espada para acabar con los monstruos que invaden su casa de vez en cuando. Corrió hasta el paraguas y lo tocó con un dedo sintiendo un leve choque eléctrico. El niño lo tomó con cuidado, sintiendo el poder en su mango de madera. Se lo mostró a su padre con mucho orgullo y le dijo “Mira el botín que encontré, soy el mejor encuentra tesoros de esta isla”. El papá solo rió con ternura al ver ese paraguas viejo y un poco roto.
— Seguramente alguien lo ha abandonado aquí.
El niño frunció el ceño. No, no era posible. Los tesoros no se olvidan ni se abandonan. Tal vez su verdadero dueño era un caballero que luchaba contra la lluvia. O un explorador perdido. O incluso un espía. O… ¿Tal vez de un mago superpoderoso?
¿Y si el dueño nunca volvía? Entonces significaba que ahora era suyo, ¿no?. “¿Podemos llevarlo?” preguntó, con la esperanza brillando en sus ojos.
— Podemos preguntar.
El mesero dijo que sí con una sonrisa grande. Seguro muy feliz de que un niño tan valiente y tan buen encuentra tesoros se llevara de esa isla ese gran botín.
– Entonces, cuéntame, ¿cómo estuvo tu semana en tu nuevo trabajo?
– Ah, fantástica, como siempre. Nada como servir café a gente que ni te mira a los ojos y que deja migajas por toda la mesa como si fueran a marcar territorio.
– Suena como si sintieras que los clientes no te respetan.
– ¡¿Qué?! No, para nada. Amo cuando me chasquean los dedos como si fuera un perro. O cuando me llaman “joven” con esa vocecita de lástima porque creen que no tengo ambiciones. Es casi conmovedor.
– ¿Y pasó algo esta semana que te molestara más de lo normal?
– Ah, sí. La estrella del show: un paraguas abandonado. La gente entraba, lo miraba como si fuera un objeto maldito y luego lo ignoraban. Hubo una mujer que lo vio como si fuera un boleto de salida de su miseria, pero al verlo de cerca ni pensó en llevarlo, aunque si que me hizo ojitos antes de “esconderse” en una mesa esquinera. Una pareja hasta se burló del paraguas, para luego no mirarlo más. Lo mejor de todo es que el dueño nunca volvió.
– ¿Te molestó que nadie se hiciera responsable del paraguas?
– No, me divirtió. Fue la mejor telenovela del día. Ver cómo la gente proyectaba sus tragedias en un pedazo de tela y metal… fascinante. Eso sí, un niño por fin le vio valor al paraguas. Seguramente pensó que era una espada o cualquier cosa con la que él podría jugar en su casa.
– ¿Eso te molesta?
– No, por el contrario, es mejor que alguien lo quiera para algo. Así no sea para lo que el paraguas sirve.
– ¿Y tú? ¿Cómo te sentiste con todo esto?
– Igual que el paraguas. Útil cuando me necesitan, olvidado cuando no. Pero bueno, al menos yo no goteo agua por todo el piso… todavía.
– ¿Quieres hablar más sobre esa sensación de ser olvidado?
– Mmm… ¿y si mejor hablamos de cómo la gente deja propinas como si fueran bendiciones divinas? Creo que ahí hay más material.
– Suspira. Está bien, hablemos de eso.
¡Por fin un descanso! Siempre abierto, siempre luchando contra el viento, siempre chorreando agua por todas partes. Pero aquí estoy, seco y cómodo en esta esquina. Esa pareja se burla de mí, no saben que esto es lo que más me gusta, descansar. ¡Uff! Menos mal que esa mujer no me agarró, yo también odio la lluvia. Desde hace ya un tiempo no tengo dueño, solo veo al mesero, a la cámara de por allá y el tiempo pasa. No recuerdo cómo es que llegué a esta esquina junto a la puerta ¿me dejaron aquí? Bueno, a ver quién me adopta esta vez. ¡Oh! ¡Un niño! Él sí parece saber que un paraguas no es solo para la lluvia, sino también para la aventura!