Hace días que veo con nostalgia en mi celular la foto tomada desde un ferry sobre el rio magdalena donde me acuerdo de haber estado muerta del calor y mis pies hinchados llenos de hormigas invisibles que los hacían engordar y volver la vida INCAMINABLE y recuerdo estar parada en ese ferry y tener un vestido rosado y estar rodeada de conductores de buses y de tracto mulas todos con el hablado adelgazado por la voz del rio como diría Gomez Jattin, gente con poco pelo en su cabeza, gente no, hombres, con poco pelo y mucho color en sus cuerpos que miraban a través de sus ojos mi vestido rosado y mis calzones cuando subí esa escalera inclemente que me hacia ir al segundo piso del ferry mas deshecho de la historia donde quizás estuvo parado García Márquez cuando llego a Aracataca después de estar en parís sudando frio y estoy rodeada de estos hombres en jeans y con chanclas medio sucias, mientras se componen los cinturones que les aprietan su virilidad inmortal su virilidad costeña su virilidad de gente que vive cerca al río, pero lo que pienso es en cuando subí esas escaleras de metal que estaban a punto de destruirse y que el tiempo o el sol o el viento o las termitas ya se estaban devorando, pero igual subí esa escalera y mis manos quedaron oliendo a sangre al olor de metal y yo iba muy linda y muy crespa con mi vestido rosado de flores para ver si desde arriba podía entender mejor lo tormentoso del rio y lo estático del momento que parecía no pasar y quedarse todo en un punto cero, viendo el rio desde arriba en un ferry deshecho de metal lleno de tracto mulas y de hombres gruesos y negros y de paquetes vencidos y cerveza águila y pensar mierda el tiempo no esta pasando y nunca llegare a la puta orilla y nunca llegaré a un lugar donde me pueda sentar sin pensar en las aberturas de mi vestido que me hacían sentir tonta y sentir foránea en esta tierra donde las mujeres negras no tienen ni que vestirse porque su piel las cubre y si no es su piel es su pelo que resulta como una maraña protectora de todo peligro y si no es sus pelo es su voz o su capacidad para tocar y voltear el pescado frito con los dedos sin importar el aceite hirviendo que mata cuerpos y su voz que despide olor a sudor y jugo de naranja recién exprimido por esas manos callosas que tantas veces han acariciado a los hombres estos acinturados con cinturones negros y chanclas sucias, manos callosas de la costumbre de tocar la piel de los hombres que permanece tan dura como la piel de los pies cuando se camina por montañas y piedras durante muchos días y al final se arma una costra protectora tan protectora como los zapatos que usamos acá los modernistas y entonces su piel y su estomago y sus axilas deben sentirse tan llenas de pieles ajenas que ayudan a sobrevivir y quizás por eso las negras vestidas de azul con pelo enmarañado no les molesta pasar sus manos por ese territorio tan violento y lo hacen tanto que entonces ya sus manos no son manos si no piel callosa que es inmortal al aceite de palma que usan para fritar el pescado y fritar el plátano y la empanada y el queso y los restos de masa de cualquier cosa que siempre son dignos de fritar Me pregunto si en esa olla inclemente donde se fritan animales y frutas muertas irán a parar pedazos de pieles de las manos y gotas de sudor y pelos de negra tan gruesos y abundantes como los manglares que rodeaban ese rarísimo rio magdalena que estaba atravesando en el peor ferry de la historia sin feminidad sin compañía mas allá de las barandas metálicas a punto de suicidarse por el rio y morirse y ser arrastradas por la orilla donde se encontraran con millones de bolsas de agua de plástico y botellas y chanclas rojas y quizás pedazos de jean o de camiseta o de calzón o de virginidad o de Dios o de guerra o de cualquier cosa que vaya a parar a la orilla del rio donde parecen terminar todas las cosas terrestres de este mundo, que ya no tienen adonde ir ni a donde parar y se quedan instaladas en ese borde del rio donde pasan por encima las iguanas y las anacondas para demostrar lo salvaje de lo natural y lo horrendo de la vida moderna y pasarle por encima a tantas prendas de personas desnudadas y tantas botellas babeadas y llenas de sudor de mediodía después de haber manejado un camión por todo Colombia y lleno de retazos de titanio o aluminio o zinc o cualquier cosa que se use para construir casa o país o iglesia
María Sofia Vergara