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Por: Laura Prada

Primero que todo no lea: ponga una lista de reproducción de música que le guste,  que sea variada, rica en voces como lo que vi, rica en colores, en palabras. (Yo ya la puse.) Ahora sí, lea.

Leí, vi, miré y tal vez escuche en el fondo. Tal vez no hubiera sido lo mismo si no hubiera escuchado nada, si no tuviera que escuchar, por que todo lo que veía me sonaba a canción de color, de líneas sabrosas, (ninguna igual y todas tan ricas) y todas cantables, tarareables. (Menos mal que fui sola, que mejor que escuchar la música de mi cabeza a todo volumen). Todo lo que vi, hecho para ser visto, poco a poco hacía una metamorfosis: lo que veía lo leía y poco después lo tarareaba. (Lo que veía me sonaba a remix tropipopero, a canción en francés, esa que canto pretendiendo que se francés solo porque me gusta) Sorzano.

Sorrrrr za no. Soorzzzan oooo. Sooor zanooo. Soo oo rzaaa noooo. Sor zaaa nnno. Soooor rrr zaaaano. Se repetía tantas veces que dejo de sonarme a nombre, me sonaba a melodía, de esas pegajosas propagandas musicales (Por todas partes un arte firmado con apellido y pocas veces con nombre: Gustavo) Músicalidad palabreada en dibujos y textos. Imágenes mentalmente musicalizables. (¿Sabe cuando va a un museo  a una galería que hay tanto texto que le da pereza leer? Y llega pensando que el arte solo se ve y se admira, no se lee)… aquí quizá eso que se lee  también se cante, tener una canción pegada: pocas palabras en las paredes y muchas melodías letradas en papeles enmarcados. (Esa canción que acompaña cuando el mundo esta muy callado… esa) Parecen tediosas tantas palabras, leer es para los lectores… realmente no.  Si se tapara los oídos al ver esas imágenes todo parecería estático, por eso digo… déjese impregnar de lo que oye de lo que lee y esto se convertirá en los coros de la mezcla de sonidos de fondo.  

Escoja su canción favorita. Póngala. (Seguro será su favorita por algún motivo, le trae buenos recuerdos, lo hace sentir, o simplemente es muy buena música) Lo seguro, es que esa canción genera un recorrido en usted, sea de sentimientos o sea de recuerdos.  Las vibraciones poco a poco se disipan de los oídos al resto del cuerpo (me erice). Así como Zeguscua me recorrió mientras yo la recorría. (Esta es la canción de la que hablaba, los sonidos de fondo)  Me acompañó como una sombra que persigue a su amo en un día soleado, sin estorbo, silenciosa, pero constante. (no era música ambiente, como se le ocurre. Era Musika Viva) Musika que vivía en las paredes, y sí, en el ambiente. Musika con K que ambientaba pero no era ambiental , no era ocasional. Mientras la escuchaba también la leía, frente a mi tenía su partitura, enmarcada por su propia canción. (Como ninguna otra partitura única en su especie. No soy musika pero la prueba es que podía leerla, estaba en mi idioma) Escrita en un lenguaje universal: el lenguaje visual y era significativamente grande, opuesto a esas partituras que se ponen en un pedestal o sobre el piano. De partitura solo tenía el pentagrama con la excusa de darle su nombre, pero dentro de estas líneas habían más. Líneas, concisas, gordas, flacas, negras, chuecas, alargadas, vacías, lindas, feas, líneas dentro de líneas, líneas flotantes, líneas. También palabras que guiaban el cantar de esta canción… o por lo menos su escuchar. Aglomeraciones de puntos alrededor de aquel mercado de líneas que jugaba a dilatar el tiempo, a darle subidas, bajadas y momentos estables (dibujos.) Escuche el primer verso, el coro, el solo de aquel instrumento de esa canción que usted está escuchando. (¿Cómo la trasladaría a líneas y puntos?) Sube cuando es muy intenso, en el solo de la guitarra, baja cuando el cantante canta el primer verso pero volverá a subir, se pondrá mas gruesa, mas curva, más rica cuando se esté acercando el coro. Todos los instrumentos se van uniendo y crean una aglomeración de puntos rápidos y concisos.

Cerca del título de aquella partitura se leía una clave que develaba el significado de cada uno de estas líneas, eso sí, titulado Zeguscua (Con suficiente concentración podría cantarles Zeguscua a todos los asistentes de la exposición al pie de la letra.) Fue ahí cuando noté por vez primera que no solo se ve el arte y no solo se escucha la Musika. Que la Musika puede vivir. Como la Musika viva que Soooorz a no hacía, porque la hacía para que viviera en nuestros ojos, tanto como vive en nuestros oídos, que estuviera al alcance de líneas. Diferente a ver una Músika cadavérica  que solo pueden vivirla unos pocos, esos que leen en aquel idioma de notas y arpegios que los mortales no entendemos.

Que sería de una canción si no es cantada, si no es escuchada. Que sería del poeta, del autor que no tiene a quien recitar. (Me volví cantante, me volví músika al leer esta partitura, fui parte de la Musika que en mi mente ahora estaba viva: la podía leer y tararear en mi idioma… diferente al suyo.)

Póngase una lista de reggaetón.

Un concierto sin público no es nada. Que sería de un público que no canta cuanso el cantante  deja que los oyentes completen el verso. (Zeguscua seguía acompañándome pero ya no la veía. Veía otras imágenes, conocidas) De repente, como cuando uno escucha reggaetón, todo se empezaba a repetir: la mona crespa, la mona lisa, la mona a blanco y negro, la mona sin fondo, la mona al lado de la otra mona, ¿la mona? . La mona componía paisajes con su rostro, sin su rostro, con medio rostro, sin su fondo (Seguro Da Vinci estaría revolcándose en su tumba para entender porque Sorzano jugaba con su Gioconda) Jugaba como cuando uno tararea esa canción que no se sabe y decide completar el verso con cualquier rima, jugaba pero no tenía regla alguna mas que el simple hecho de jugar. La mona grande, la mona chica, la mona monocroma , la mona sin color pero nunca la misma mona. (¿La mona que baila?) Como escuchar una de esas canciones que lo hacen a uno querer cantar en la ducha, la mona me pregunta: me hace cantar respuestas y mas preguntas también: “recorte paisaje”, “utilizar paisaje… si puede” “lleve 20, pague 10”. Al puño y letra de una mano invisible que escribe (la de Sorrrrrzano) y me hace preguntas, como aquel cantante que dirige el micrófono al público, un concierto irrepetible, no todos los públicos cantan igual.

(Empiezo a tararear aquellos paisajes Monalísticos) Pienso en Zeguscua, la Musika viviendo a través de mis ojos y leo aquellas partituras hechas de colores, de manchones, de siluetas, de rostros y me invento aquellos sonidos, como un concierto inigualable que el público de mis neuronas tiene la exclusividad de escuchar. (Una voz mental, una partitura mental) Hay momentos pegajosos, muchos instrumentos, acordes, todo lo que compone esa partitura mental… ver las obras de Sor zanooo es escuchar esa canción donde uno canta hasta los coros de atrás y trata de hacer todos los instrumentos, hay partes que uno medio no entiende. Se ven colores, letra ilegible, elementos aleatorios, mezclas casuales, causales, juegos, ritmos. Cada papel enmarcado es una canción que puedo cambiar, adelantar, repetir o pausar, cada paisaje Monalístico  es un paisaje sonoro, es más que un simple cuadro. Es diversión, un concierto mental.

 (Olvidar la obra de S o r z a n o por tanto tiempo hace que hasta ahora pueda cobrando vida). Sus paisajes eran poemas sin recitar . Por su cabeza pasarían versos, ritmos, canciones, no siempre salieron de su voz, salían de sus manos. Quizá con la mera intención de darle  una voz mas fuerte a esos que lo ven, creando un arte infinito, llenos de juegos interminables, que con cada visita crea nuevas partituras mentales nacientes de aquellas partituras mentales creadas por él. Sorzz a no. Sorzaa no. Ssssss or zzzzz a no. Sorza no. Plasma su voz a través de imagen y de canción, dejándonos la pregunta de cual es el límite entre arte y musika. (No existe limite entre ver y escuchar). Implícitamente Sor za no me pregunta si puedo participar, me invita, y enriquecer su obra con mi voz y mi mirada.  Con naturaleza yo le digo que si, que es inevitable no componer mi propio concierto mental al leer sus partituras mentales. Una especie de telepatía persigue su arte dejándonos la pregunta ¿de donde está la obra realmente? (¿En mi cabeza, o en la pared?) Resulto ser parte de su obra, musika, artista, colaboradora. Solo por medio de algunas líneas, de algunos colores y algunas canciones. Especial es que nuestras melodías efímeras nunca serán como las de alguien más. Existe una gran lista de reproducción en nuestras cabezas, algunas canciones las olvidaremos, otras las tarareamos más seguido. Un momento a través de los ojos se convierte en canción. 

Pause su lista de reproducción. Ya puede pararse e ir a Partituras mentales a hacer su concierto mental. (Curada por William Contreras en Espacio el Dorado (Cra. 4ª #26c – 47) hasta el ocho de junio de 2019).


Bibliografía

Galería Espacio el Dorado.

Herrera Buitrago, M., & Sorzano Bautista, G. (2013). Gustavo Sorzano (1st ed., pp. 199 – 209). Bogotá: Instituto Distrital de las Artes.


Imáges de la exposición: https://www.espacioeldorado.com/gustavo-sorzano