Por: Lucas Morales

En la obra número 32 (Texts from 1970’s notebook) de la exposición Representing the work del artista estadounidense Matt Mullican, hay oraciones escritas con marcador negro sobre papel bond, que ha sido pegado con cinta de enmascarar a una sábana blanca. Las oraciones, escritas por el artista, son las siguientes: “My name is Matt Mullican. I live A 370 Mesa Rd Santa Monica, California. My height is 6.2 I weigh 185 pounds. I was born on September 18, 1951. I’m currently 21 years old and single. What is this man thinking” (Mullican). Yo no me llamo Matt Mullican, me llamo Lucas Morales. Yo no vivo en Santa Mónica, yo vivo en Bogotá. Mi altura no es un metro ochenta y ocho, mi altura es un metro setenta y uno. Yo no peso ochenta y cuatro kilos, yo peso sesenta y un kilos. Yo no nací el 18 de septiembre de 1951, yo nací el 15 de octubre de 1999. Yo no tengo actualmente veintiún años, tengo 19; pero, como Mullican, también estoy soltero. ¿Qué estoy pensando?

Sólo coincido con una de las cosas que Mullican lista en este texto, pero aun así puedo relacionarme y apropiarme de las experiencias, del archivo, del registro y de la subjetividad de este extraño. Esta relación se crea gracias a lugares comunes y a imágenes que son fáciles de adaptar y moldear a las experiencias previas de cada persona. En las obras identificadas con los números 4 (my photos from 70’s), 5 (photo Album) y 7 (pictures from MAN AND HIS Symbols) es evidente la relación que el espectador hace frente a los registros ajenos, relacionándolos a la experiencia previa. Tomando como ejemplo unas de las fotografías de la obra 4, en donde se puede ver la fachada de la tienda departamental americana JC Penny; Yo jamás he conocido un lugar así, pero puedo extraer de mi memoria experiencias que capturan la esencia del momento que se plasma en la imagen, retomando sensaciones, sentimientos e historias que creé en lugares similares, pudiendo moldear mi propia memoria y subjetividad a una fotografía tomada por otro, en otro lugar y en otra época.

La obra de Matt Mullican, exhibida en la galería bogotana NC-Arte y curada por Juana Berrio, representa esa necesidad casi compulsiva de registrar la realidad y clasificarla en categorías particulares. Mullican llama a esas categorías “cinco mundos” y están representados por los colores azul, verde, amarillo, negro y rojo. El azul representa la vida cotidiana, el verde representa los elementos físicos y materiales, el amarillo representa las artes, el negro representa el lenguaje y el rojo representa la subjetividad. A través de Representing the work se pueden encontrar los intentos del artista de registrar la subjetividad, es decir, registrar su propia realidad. Mullican lo hace mediante medios que históricamente se han considerado los más fieles para representar la realidad de una forma objetiva: la fotografía y la escritura. Con una urgencia de clasificar y sistematizar un mundo a su propia subjetividad, busca transformar lo externo en lo interno, apropiándose y mostrando su subjetividad a través de medios considerados como análogos a la realidad.

La obra de Matt Mullican, y su afán por clasificar la realidad, se pueden analizar bajo el concepto del objeto evocativo, planteado por la psicóloga Sherry Turkle en una colección de ensayos titulado Evocative objects: Things we think with. El objeto evocativo, como explica la autora, es un objeto que adquiere una importancia más allá de su funcionalidad, practicidad o estética; es un objeto que adquiere una “presencia” o un “alma”  propia como un peluche a un niño o una joya heredada de un pariente cercano fallecido. El objeto evocativo también es aquel que incita el pensamiento, siendo un catalizador de creación, ideas o preguntas, como lo es un instrumento a un músico o un computador a alguien que se dedique a la investigación. Como dice Sherry Turkle en la introducción de Evocative objects: Things we think with, “pensamos con los objetos que amamos, y amamos a los objetos con los que pensamos” (p. 5) . Un ejemplo personal sería mi cámara Minolta XD-11; he llegado a considerarla una extensión de mí, una herramienta que tiene un “alma” y una importancia en mi vida, ya que me la dio mi abuelo cuando cumplí los quince años, y también funciona como un catalizador para la creación. Y, aunque tenga el exposímetro dañado (haciendo el trabajo más complicado y riesgoso a la hora de tomar fotografías), me niego a cambiarla, ya que como objeto ha trascendido su practicidad y se ha convertido en un objeto evocativo. 

Los Ready-mades como los que se encuentran en la zona de la exposición titulada Pavillion, particularmente las obras Elements with two melted phones, Objects of description, World Framed Drawings y Two phones; son una muestra de cómo Mullican toma objetos de la realidad, que por si solos no tienen mayor significado, como teléfonos, una estufa, un reloj y un despertador; y los convierte en objetos evocativos. Al convertir estos objetos cotidianos y producidos en masa, el artista los embebe o los marca con un velo de su propia subjetividad. Ahora estos objetos no solo son un simple teléfono o estufa, ahora son objetos a los que Mullican les ha dado una “presencia”, son objetos que trascienden su uso primario y se convierten puramente en catalizadores de creación o ideas, actuando como una extensión física de la mente del artista. Puede ser que con el teléfono que aparece en la instalación Mullican halla recibido una llamada importante, también puede ser que se lo halla dado alguien especial, o que sirva como vehiculo para la creación; al estar en la exposición y ser una obra de arte, Mullican convierte ese objeto personal que tiene un velo de subjetividad que el mismo le ha puesto y lo “adapta” haciendo que la audiencia de la exposición lo pueda ver como un objeto evocativo del artista pero también para ellos mismos, apelando, como dije anteriormente, a los lugares en común y a experiencias previas. Se puede ver tanto en la instalación como en las obras número 5 y 6 (photo álbum y The meaning of Things, respectivamente), como Mullican utiliza objetos reales y la fotografía, en este caso hojas de un álbum familiar e imágenes recolectadas de la cultura popular; medios que se consideran como representantes de la realidad de una forma objetiva, para representar su propia subjetividad a través de su ubicación en el espacio, el uso del concepto del objeto evocativo y la asociación de imágenes, como se puede ver en la apropiación de comics e imágenes de la cultura popular para explicar su cosmología y los símbolos de esta.

El archivo fotográfico, tradicionalmente, actúa como un medio de registro de la realidad, y, en occidente, se le considera la forma más fidedigna o creíble de hablar de una realidad pasada, evitando cualquier velo de subjetividad o alteración. Por eso, es un gran escándalo cuando se descubre que una fotografía histórica ha sido alterada, posada o editada; como La toma del Reichstag, que fue oscurecida y la composición fue arreglada por el fotógrafo para asegurar mayor dramatismo. El fotoreportaje usualmente tiende a caer en la creencia de que la imagen fotográfica es simplemente la realidad capturada, sin pensar en la persona detrás de la cámara y las decisiones que tiene que tomar.

 Habiendo establecido la importancia que tiene la fotografía como un método de representación analógica de la realidad, nos enfrentamos al archivo fotográfico personal. Los álbumes familiares están llenos de estas imágenes: cumpleaños, viajes, bodas, graduaciones, etc. Cuando algún pariente descubre estas fotografías olvidadas en un álbum, no se detiene a meditar si la fotografía fue alterada, trucada, posada o si la persona que tomó la foto realizó alguna decisión en torno a la imagen. La persona solo las ve como una representación fehaciente de lo que sucedió en ese momento particular, como si la imagen se hubiera materializado sola, sin que nadie mirara a través del lente, sin que nadie presionara el obturador, sin que nadie seleccionara esa imagen para ser ampliada y copiada, sin que nadie tomara una decisión. El fotógrafo Henri Cartier-Bresson, en su texto El instante decisivo, explica como, al tomar un fotografía se toman en cuenta una multitud de elementos que resultan en una imagen; la composición, el uso del color (o su ausencia), el ángulo, la profundidad de campo, entre otros. Estas decisiones, tomadas por la persona detrás de la cámara, le dan identidad a la fotografía, un velo humano por así decir. Cartier-Bresson dice sobre el oficio del fotógrafo: “al mismo tiempo que descubrimos el mundo exterior, ese mundo exterior nos condiciona, pero también podemos actuar sobre él. Un equilibrio debe establecerse entre esos dos mundos, el interior y el exterior que, en un dialogo constante, forman uno solo, y es este mundo que debemos comunicar” (p. 3).

Las fotografías de archivo, como las de los álbumes familiares o las de la obra de Mullican comunican exactamente lo que dice Bresson, la fotografía es una captura de cómo una persona percibe y decide mostrar su propia realidad. En Representing the work, están tanto las fotografías tomadas por Mullican (my photos from 70’s y photo Album), como las imágenes capturadas por That Person, una personalidad que emerge de los profundos estados de hipnosis en los que se sumerge el artista. Estas imágenes nos permiten una sutil ventana a la forma en la que Mullican y That Person perciben su realidad y su cotidianidad. Estas imágenes no son objetivas, tienen un punto de vista particular, un ángulo particular y un lugar particular; fue la decisión de Mullican capturar imágenes de los pasillos de un supermercado, fue su decisión fotografiar su sombra reflejada en el escaparate de un display de joyería. Mullican, como otros fotógrafos que documentan su cotidianidad, como Nan Goldin y Vivian Maier, plasma su ser en la imagen fotográfica a través de esas decisiones que menciona Cartier-Bresson. Ya que, el simple hecho de seleccionar las imágenes para la exhibición, le dice al espectador la forma que él quiere hacer ver su realidad, que quiere resaltar de ella, como él la ve. Tomando así el medio históricamente reconocido por captar la realidad, para captar su propia subjetividad.

Igualmente, la fotografía sirve como un método de auto justificación, de reclamar la realidad en la que uno se encuentra, teniendo agencia de las experiencias vividas. Matt Mullican, al llevar un archivo fotográfico tan cuidadoso, evidencia este deseo de reclamar su realidad a través de la fotografía. Glorianna Davenport, científica del MIT, habla de este sentimiento de legitimidad y empoderamiento de la realidad propia a través de la fotografía del archivo de su familia, que rescató de un incendio; “ En un momento, me encuentro en el lugar del incendio: el piano mojado, la cámara Polaroid achicharrada, los álbumes. Y, así de rápido, el álbum se convierte un prisma a través el cual veo la casa y sus objetos antes del incendio” (p. 220).  Al igual que el caso de Davenport, Mullican utiliza este registro fotográfico para permitir al espectador ver su punto de vista, ver que le importa, a través de qué lugares el se ve, esto podría explicar la forma en la que él vivía su realidad en ese momento, un collage de supermercados, Dairy Queens, iglesias y cementerios. De la misma manera, en estas series de fotografías de Mullican en los setenta hay algunos autorretratos, que, como en la obra de Goldin, Sherman y Maier, buscan manifestar y apropiarse de su realidad, su presencia, su corporalidad.

La escritura, un método, que desde la época de los cronistas españoles en el siglo XVI, igual que la fotografía, ha sido considerada en occidente como el método de registrar la realidad y las experiencias de una forma objetiva; también es alterada por Mullican para registrar una subjetividad. Como se puede ver en las obras como Birth to death list, donde, a través de la escritura logra capturar la esencia, el punto de vista y la perspectiva de una mujer anónima desde su nacimiento hasta su muerte; o en That person’s work (His day), donde a través de la escritura y el dibujo, su subconciente, a través de That Person, comunica con la escritura sus sentimientos, y su forma de aproximarse a su realidad, con frases como: “ I love my first cup! Drinking my hot cup of coffe” (Mullican) o “Still sleepy. Looking at my feet under the covers of my warm bed!” (Mullican), ilustran una cualidad casi transcrita de los pensamientos dictados por el inconsciente, recopilando y registrando la subjetividad y la realidad velada por la por percepción personal. En conclusión, Mullican utiliza los medios tradicionales de registro de la realidad, como lo son los objetos, la fotografía y la escritura para documentar su propia subjetividad y percepción del mundo a su alrededor. Clasificando su cosmología a través de las categorías de los “cinco mundos” con los colores azul, verde, amarillo, negro y el rojo, que al ser mezclados crea el color café. Efectivamente, el color café es el de la realidad, que es la suma de las subjetividades, ya que al sumar la vida cotidiana a través de las fotografías y la instalación; el lenguaje y los símbolos de los textos de los cuadernos de Mullican y los dibujos de That Person; los elementos físicos y materiales de los objetos evocativos y las paginas de los álbumes; el arte; y la subjetividad inherente de todo el cuerpo de su obra, crea un color café, que muestra la realidad a través de los ojos de Mullican en los últimos treinta años. Dando al espectador una ventana a al pequeño y basto mundo que percibe Mullican de su realidad. Es gracias a esta ventana que los espectadores pueden ver la callada belleza de nuestra subjetividad, de la forma única e inigualable en la que cada uno se apropia de su realidad a través de los objetos, la escritura y la fotografía. Representing the work despierta al espectador, ya que, como explica el director de cine iraní Abbas Kiarostamí, “ me he dado cuenta de que no somos capaces de ver lo que tenemos en frente a menos que este dentro de un encuadre”. Mullican, al encuadrar la importancia de el objeto, la subjetividad, la memoria y la percepción nos permite darnos cuenta de la belleza que pasamos por alto en nuestra propia cotidianidad.


Referencias

Turkle, S. (2011). Introduction: The things that matter. Turkle, S. (ed.)/(comp.), Evocative objects: The things we think with (pp. 3 -11). Athens: MIT press.

Davenport, S. (2011). Salvaged Photographs. Turkle, S. (ed.)/(comp.), Evocative objects: The things we think with (pp. 216 – 223). Athens: MIT press.

Yee, S. (2011). The archive. Turkle, S. (ed.)/(comp.), Evocative objects: The things we think with (pp. 30 – 37). Athens: MIT press.

Helmreich, S. (2011).The SX-70 Instant Camera. Turkle, S. (ed.)/(comp.), Evocative objects: The things we think with (pp. 208 – 215). Athens: MIT press.

Turkle, S. (2011). What makes an Object Evocative? Turkle, S. (ed.)/(comp.), Evocative objects: The things we think with (pp. 307 – 327). Athens: MIT press.

Cartier-Bresson, H. (1952). The decisive moment. Nueva York: Simon & Schuster.

David, O. (1998). En el mundo sobre el papel: Desmitologización de la cultura escrita. Barcelona: Gedisa.

Pulver, A. (2009). Abbas Kiarostamí’s best shot: Interview with Abbas Kiarostamí. Londres: The Guardian.


La página web de NC- arte no existe (en febrero de 2021) pero se pueden ver imágenes de esta exposición aquí: https://artishockrevista.com/2019/05/16/matt-mullican-representing-the-work/