Textos 2019 · 14 marzo, 2021

Apocalipsur como ritual de paso hacia el dolor del conflicto

Durante el pequeño ensayo que pienso plasmar a continuación pretendo hacer un proceso de catarsis, esencialmente porque en los últimos días uso la escritura para el dolor y el dibujo para sanarlo. Al ser este proceso extremadamente personal se corre el peligro de aburrirte a ti, lector aleatorio de este texto. Sin embargo, lo haré y tomaré dos riesgos. El primero, como ya lo mencioné, escribir sobre un proceso personal que le puede ser indiferente a cualquier persona y, segundo, escribir en primera persona, el cual es un criterio que para muchas y muchos no debe ser aplicado en un ensayo argumentativo, por carecer de un carácter objetivo. Aun así, escribiré sobre mi historia para ver si alguien más se puede sentir identificado y así notar que no estamos solos en los momentos de tristeza y que somos más, por un lado, y lo haré en primera persona porque es imposible epistemológicamente hacerlo de otra manera, por el otro; además, es importante tener en cuenta que después del auge de la reflexividad en las ciencias sociales es poco aquello que se puede llamar “objetivo”, razón por la cual el sujeto del ensayo es irrelevante. Pues bien, la película Apocalipsur, dirigida por Javier Mejía – director de cine, guionista, productor ejecutivo, y escritor colombiano –, llegó a mi vida para fusionar dos acontecimientos trágicos: el exilio de un amigo, debido a que su padre hace parte de las víctimas de los falsos positivos judiciales, y la muerte de una amiga por parte del existencialismo aplicado a la vida que, por ejemplo, Irvine Welsh[1] dibuja de manera tan precisa. Sí, era yonki y muere a causa de eso. En ese orden de ideas, iniciaré el texto explicando de qué trata la película, para que entiendas el contexto de la obra. Luego, pasaré a explicar el momento de mi vida en el que llegó y cómo se unen estas dos historias, con la idea de encontrarle un significado a la obra y a estos acontecimientos. Y, finamente, hablaré sobre la importancia que la película tuvo en mi vida y sobre cómo funcionó como un ritual de paso para sanar el dolor.

Apocalipsur es una película que retrata la imagen de Medellín durante 1991, momento en el que el auge del narcotráfico y la violencia estaban en proporciones alarmantes, llegando a cifras de 6.809 personas asesinadas en ese año[2]. La fragilidad del Estado en cuanto al control del territorio se evidencia en su bajo monopolio sobre el uso legítimo de la fuerza y la proliferación de grupos armados y recompensas por la cabeza de los policías. En este panorama de violencia la película juega con dos personajes principales que son el Flaco y Caliche quienes representan dos espectros sociales bien diferentes. El flaco es el hijo de una importante jueza que sufre de amenazas por parte de las redes del narcotráfico, de un tal Navaja. Por ello, es encarcelado a manos de unos sicarios en una celda en donde a duras penas puede permanecer arrodillado, tiene que cagar y orinar en una olla, sin poder bañarse o ver si quiera qué hay más allá de esas cuatro paredes. Por el lado de Caliche hace parte de una familia de mercenarios y entre las luchas de varias bandas criminales es capturado y encarcelado al lado del Flaco. En esta celda tienen que vivir estos dos personajes un tiempo en donde resalto este fragmento que declama el Flaco después de contar que llevaba un mes solo en esa celda:   

Tú, en la muerte rendido
 Yo, en la muerte
 Ni un grito apenas del afán del mundo
 Podrá hallar eco en esta oquedad vacía
 El polvo reina
 El polvo iracundo
 Alegría, alegría, alegría 

Entre los ires y venires de la vida logran salir de esa pocilga y se vuelven muy buenos amigos. Ahí se une el Tullido, Comadreja, Malala y la mascota del grupo Marihuana, una iguana. Al parecer, después de un tiempo la madre del Flaco vuelve a tener amenazas en contra de ella y de los miembros de su familia y por eso el Flaco debe irse para Londres. De manera inverosímil y sutil Javier Mejía nos hace ver que el Flaco murió justo antes de irse a Londres y que el parche está en un ritual onírico entre recuerdos de fiestas, risas, jugarretas, locuras y muchas drogas, iniciando un periplo en una combi ochentera de color morado en la que el dolor es un participante más del viaje[3].

Mientras esa historia pasaba de la pantalla para adentro, por fuera estaban Juan José y Fabio, dos amigos míos, y yo, viendo esta película. Pero la razón de reproducir Apocalipsur no había sido gratuita, sino que se debía a que ese mismo día, en la mañana, uno a uno fuimos recibiendo la llamada que nadie quiere escuchar, la de un ser querido que ha partido en un camino diferente al cual por un gran tiempo los dividirá un abismo oscuro y turbio de silencio. Nos habían contado que Vale, nuestra pequeña Vale, se había suicidado, con tan solo 21 años de edad. Desgarrado por la lejanía reciente que la velocidad de la rutina había encarnado en la relación que tenía con Vale me preguntaba ¿por qué no la llame una vez más? ¿Por qué la ignoré hace tan solo una semana? ¿Por qué no estuve ahí así fuera solo para burlarnos de las excentricidades de la vida como lo solíamos hacer? Preguntas simples y absurdas, pues ya no estaba. Sin más detalles para no entrar en la pornografía del morbo eso fue lo que pasó.

Para colmo de males, Fabio, otro de mis amigos espectadores de la peli, en poco tiempo sería informado que debía irse del país. De forma muy parecida al Flaco, el papá de Fabio es juez y lo encarcelan debido a la conducta irregular del General Humberto Guatibonza y tal vez un fiscal general por ahí, el cual no me gustaría acusar en estas pocas palabras que tengo la oportunidad de escribir acá.  ¿Eso qué quiere decir? ¿Mi amigo tendrá que cambiar de nombre, desaparecer de las redes sociales, irse a un país lejano y a una ciudad a la que por un tiempo ni siquiera le conoceré el nombre? No lo sé y son preguntas que todavía no se han resuelto. Pero lo que sí sé es que nuestros anteriores planes para irnos a vivir juntos desaparecieron y ya solo queda la idea de lo que alguna vez fue y ya no puede ser. Así que motivados por Apocalipsur, la muerte de Vale y la noticia del exilio de mi amigo Fabio emprendemos un viaje, al igual que esos paisas locos del Caliche, Comadreja, Malala, el Tullido y Marihuana. Nos fuimos a recorrer el Cauca y el Pacífico en carro, buscando el cóndor de los Andes y la migración de las ballenas, respectivamente. Es durante este viaje en donde creo que encuentro el significado de esta obra artística. El viaje como un ritual de paso para sanar aquellos dolores de la ausencia. Viajar para olvidar, dejar ir a lo que tus manos intentan capturar como al aire. Una tautología de la mente que no se calla pero que no es un proceso racional sino emocional, que solo el viaje tiene el poder de curar.

Finalmente, llegamos a intentar definir la importancia de una obra artística, en donde solo puedo decir que entre risas y locura y en medio de un dolor palpable Apocalipsur deja ver que la vida debe continuar. Además, que para pasar las penas hay que andar de manera peripatética disfrutando al máximo el recorrido y de un momento a otro, al igual que en la película, se caerá el cofre repleto de dolor a un río[4] llevándose aquello a lo que te aferrabas de manera absurda y que al igual que el conflicto con sus múltiples víctimas y catástrofes hay que dejar ir. Todo ello, a manera de ritual de paso entre ese estado liminal que es la tristeza y el posliminal que sería el perdón y la reconciliación.

Luis Francisco Torres


[1] Irvine Welsh es el escritor del libro Trainspotting, que también es una película. Con esa referencia lo que intento decir es que existe una postura filosófica de carácter existencialista en la relación con el consumo de drogas, especialmente la heroína. Esta postura la expresa Renton, que es el personaje principal del libro, muy bien.

[2] (Casa de la Memoria, 2019)

[3] (Mejía, 2007)

[4] Ya al final de la película se cae el cofre del ataúd del Flaco al río, llevándoselo de manera accidental.

Referencias

Casa de la Memoria. (30 de Noviembre de 2019). Década de los 90. Recuperado de: https://www.museocasadelamemoria.gov.co/medellin/decada-los-90/

Mejía, J. (2007). Apocalípsur (2007) Dir. Javier Mejía. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=_i8LS35DzhQ&t=15s