Esta exposición, titulada Sembrar la duda, está ubicada en el museo MAMU y, su propósito es hablar por las comunidades indígenas en Colombia. A pesar de ser un centro cultural, el museo, por ser propiedad del Estado no deja de ser un espacio hegemónico, a mi parecer. La exposición busca representar la multiplicidad de identidades indígenas a través de sus historias, lenguas, cosmovisiones y formas de organización social. Su objetivo es des romantizar la identidad indígena y evitar caer en la tendencia actual de las redes sociales de convertirla en una estética superficial, en algo “aesthetic” según se vería en redes sociales. La exposición busca reivindicar a las comunidades indígenas a nivel social y estatal, mostrándonos cómo han luchado por su reconocimiento y sus derechos. Además, destaca que siguen vigentes en la actualidad, a pesar de haber sido relegadas al pasado en muchas ocasiones. La exposición las presenta como comunidades activas que mantienen su esencia y reclaman su lugar en la sociedad colombiana. Sin embargo, como estudiante de derecho y con la perspectiva que me ha dado mi formación jurídica, debo expresar mi inconformidad.

La exposición me parece un tanto fetichista, similar al que describe la jurista Julieta Lemaitre (2009) en su texto “El derecho como conjuro: Fetichismo legal, violencia y movimientos sociales”. Nos presenta “la voz” de los indígenas, haciéndonos creer que la preocupación obsesiva por el color de la piel y la condición social se disipará una vez que comprendamos que han sido un grupo históricamente marginado. Se observa una aceptación paternalista, en la que nos sigue pareciendo un poco extraño su color de piel, su comida y sus costumbres, pero ahora encontramos su cosmovisión muy interesante, sin deber encontrarla “aesthetic”, claro está. La exposición nos recuerda que, según la Constitución Política de Colombia de 1991, somos un estado pluriétnico, lo que implica igualdad formal y material ante la ley a pesar de las diferencias. Sin embargo, esta igualdad no se refleja en la realidad.

Ahora bien, en cuanto a la representación, me parece importante preguntarnos: ¿El hecho de mostrar algunas obras indígenas o la percepción que la sociedad tiene de ellas reivindica realmente a las comunidades indígenas? ¿Podemos decir que la sociedad tiene más conciencia después de ver esta obra? ¿Todas las comunidades indígenas de Colombia se sienten representadas en este discurso? Es importante recordar que la raza puede interpretarse como un asunto personal, y por ende político. Esto, ya que, las identificaciones raciales estructuran la experiencia de la vida cotidiana, reproduciendo estructuras de desigualdad. La cultura deja una huella en las manifestaciones superficiales y exteriores que todos pueden ver, y estas manifestaciones afectan la experiencia subjetiva de cada individuo. Por lo tanto, no parece convincente que la exposición hable por todas las comunidades en su pluralidad. En definitiva, a pesar de que disfruté de la exposición y me hizo reflexionar, el discurso que tiene detrás, su connotación política y las implicaciones de estar en un museo estatal me parecen contradictorias.

Referencias:

Lemaitre, Julieta (2009), El derecho como conjuro: Fetichismo legal, violencia y movimientos sociales, Bogotá, Universidad de los Andes.