Manuela Prieto
La exposición “POST NATURE: Quimeras de un nuevo mundo desde la IA” presentada en la galería NC ARTE en Bogotá, curada por Rolando Carmona y Casa Hoffmann, nos aventura en la encrucijada, que nosotros los humanos nos hemos empeñado en dividir, entre la naturaleza y la tecnología, explorando cómo la inteligencia artificial (IA) está transformando nuestra percepción y experiencia del mundo, así como nuestra agencia en él. En un contexto donde las tecnologías basadas en algoritmos están creando nuevas formas de vida y mediando numerosos procesos creativos, biológicos y sociales surge la pregunta ética fundamental ¿cómo coexistir con estas nuevas formas de vida y liberarnos del binario de humanidad/naturaleza? Desde las visiones pioneras de Norbert Wiener hasta las obras de artistas contemporáneos como Zach Blas y Jemima Wyman, Grégory Chatonsky, Violet Forest y Sofía Crespo, esta exposición invita a reflexionar sobre los impactos éticos y estéticos de la IA en nuestra realidad. A través de la fusión de lo orgánico y lo digital, los artistas presentan escenarios posibles donde la biología se entrelaza con la tecnología digital, desafiando las concepciones tradicionales del arte y la naturaleza, de manera que plantea nuevas formas de pensar sobre el futuro de la vida en la tierra y las posibilidades de (re)construirnos.
Esta exposición emerge como una ventana intrigante hacia el futuro, como se menciona anteriormente, la variedad de técnicas y enfoques utilizados por los artistas pretende explorar temas relacionados con la coexistencia entre lo orgánico y lo artificial, así como permite reflexionar sobre los impactos de la IA en nuestras vidas y en el medio ambiente. A través de obras como “Quimeras 3.0” de Sofía Crespo y Violet Forest, el hilo expositivo explora nuevas formas de considerar y narrar la intersección entre lo orgánico y lo artificial, a la vez que permite contemplar otro medio de creación de obras. De tal forma, nos obliga a mirar de enfrente a uno de los temores que más ha retumbado en la cabeza de las personas en este último año, “¿Pueden la inteligencia artificial reemplazar la creatividad humana?” (Medium, 2022). Dicha cuestión es un tema fascinante y complejo que ha generado debates en diversos campos. Por ejemplo, al considerar las imágenes híbridas generadas por algoritmos como en la obra “Quimeras 3.0”, nos encontramos con un terreno fértil para reflexionar sobre este temor.
Estas imágenes híbridas, producto de algoritmos que aprenden de la naturaleza para generar composiciones visualmente sorprendentes, nos invitan a repensar la esencia misma del proceso creativo en l construcción de obras. Si bien es cierto que estos algoritmos pueden producir obras de arte que reflejan la belleza y complejidad de la estética, ¿pueden realmente capturar la esencia única y la profundidad emocional que caracterizan el pensamiento humano?
La respuesta a esta pregunta radica en la comprensión de lo que implica la creatividad. La creatividad humana no se limita simplemente a la capacidad de producir imágenes estéticamente agradables, sino que también está arraigada en la capacidad de expresar emociones, explorar ideas abstractas y crear conexiones significativas entre diferentes conceptos y experiencias. Si bien la inteligencia artificial puede ser una herramienta poderosa para generar ideas y explorar nuevas posibilidades creativas, su capacidad para comprender y analizar concepciones abstractas de la experiencia humana sigue siendo limitada. Precisamente nuestro temor al “reemplazo” hace parte de la experiencia humana. Al final de todo, no hay nada más humano que el miedo. Este sentimiento, arraigado profundamente en nuestra psique, es una manifestación de nuestra vulnerabilidad y conciencia de la finitud. A medida que enfrentamos lo desconocido, ya sea en situaciones cotidianas o frente a grandes desafíos, el miedo surge como una reacción natural, recordándonos nuestra fragilidad y nuestra necesidad de protección.
Es una respuesta que ha evolucionado con nosotros a lo largo de la historia, una señal de alerta que nos impulsa a estar a la defensiva y tomar medidas para preservar nuestra seguridad y bienestar. A través del miedo, reconocemos nuestra humanidad compartida, ya que todos experimentamos este estado emocional en algún momento de nuestras vidas. Es un recordatorio de nuestra conexión intrínseca como seres vulnerables en un mundo lleno de incertidumbre y cambio.
La noción de imágenes híbridas que exploran la fantasía y la evolución sugiere una fusión aterradora, dando lugar a paisajes visuales que desafían nuestras percepciones preconcebidas de la realidad. Estas imágenes no solo reflejan la naturaleza tal como es, sino que también incorporan elementos de especulación y posibilidad, invitándonos a contemplar futuros alternativos o realidades transformadas. Además, la idea de evolución implica un proceso dinámico y en constante cambio, donde las imágenes generadas por la IA podrían ser vistas como instantáneas de un proceso evolutivo en curso, mostrando cómo la tecnología y la naturaleza pueden converger y transformarse mutuamente.
Por otro lado, obras como “I’m here to learn so :)))))” de Zach Blas y Jemima Wyman nos llevan a reflexionar sobre la construcción de identidad en un mundo digitalizado. Al revivir a la IA “Tay” como un chatbot interactivo, la obra nos invita a cuestionar cómo las tecnologías de IA influyen en nuestra percepción de nosotros mismos y de los demás. ¿Qué significa ser humano en un mundo donde nuestras identidades pueden ser fácilmente manipuladas y mediadas por algoritmos? ¿Cómo podemos preservar nuestra autenticidad en un entorno digital cada vez más complejo? Esta noticia ejemplifica muy bien otra expresión del miedo latente del humano ante el desconocimiento del espacio artificial. “¿Pueden reemplazar los robots la mano de obra de los seres humanos?” (El tiempo, 2018). Todo mal con la noticia porque la primera preocupación es nuestro valor como medio de producción, no obstante, no lo hace menos real, ni válido.
La experiencia con “Tay” ilustra cómo las tecnologías de IA pueden plantearnos cuestiones tan complejas como la construcción y representación de identidades individuales y colectivas en el mundo digital. A medida que confiamos más en algoritmos para filtrar y presentar información, existe el riesgo de que nuestras identidades sean moldeadas por fuerzas externas, sin embargo, no hay que fingir demencia al de reconocer que los seres humanos hemos utilizado referentes de nuestro entorno para construir nuestra identidad antes de la existencia de la tecnología digital; es fundamental reflexionar sobre cómo podemos hacer las paces con el hecho de que, así como nada permanece, nuestra identidad se moldea a medida que vamos caminando por este extraño y turbulento experimento llamado vida, por lo que el concepto de “nuestra autenticidad” y “singularidad” en un entorno ya sea digital o terrenal, limita la posibilidad de imaginar y repensarnos quienes somos y quienes podemos ser, enfrentando el hecho de que nuestras identidades están constantemente expuestas a la transformación.
La conciencia crítica y la educación sobre el funcionamiento de algoritmos y tecnologías de IA pueden ser el medio para permitirnos cambiar de forma mucho más consiente, ayudarnos liberar el miedo de mantener el control sobre nuestra identidad en diversos espacios. Quizá, este tipo de conversaciones que los artistas se atreven a entablar fomenta un diálogo abierto sobre los límites éticos y sociales autoimpuestos sobre tecnología y su impacto directo en nuestras vidas.
En este sentido, la exposición se convierte en un espacio de diálogo y reflexión donde se exploran temas contemporáneos urgentes. Desde la relación entre la inteligencia artificial y la naturaleza hasta las implicaciones éticas y estéticas de esta convergencia, la exposición promueve un diálogo crítico sobre nuestra relación con la tecnología y el medio ambiente. Finalmente, ella no solo nos invita a contemplar nuevas formas de arte y creatividad, sino que también nos desafía a repensar nuestra identidad y nuestro papel en un mundo en constante evolución. Es una experiencia que no solo cautiva visualmente, sino que también nos impulsa a reflexionar sobre nuestro lugar en la era digital y cómo podemos utilizar la tecnología de manera consciente que procure el cuidado y la responsabilidad para dar forma a nuestro mundo.